Ser cuidador nunca es fácil y COVID-19 lo ha hecho más duro
Por Karen Patterson, ÃÛÑ¿´«Ã½ News
Melia Wilkinson se preocupa por su marido, Kerry, quien en 2014 tuvo un un ataque cerebral masivo.
Actualmente, él no tiene uso de su mano izquierda, tiene un uso limitado de la pierna izquierda y depende de un bastón para moverse en su casa. Kerry, quien tiene 57 años, puede hacer muchas cosas por sí mismo, dijo Melia, pero ella lo ayuda con sus actividades cotidianas, como vestirse, además de administrar su atención médica.
Aunque cuidarlo siempre ha sido un reto, los tiempos de COVID-19 van repletos de una ansiedad nueva.
"No tenemos a nadie", dijo ella. "Me preocupa enfermarme de COVID y no tener persona que pueda tomar mi lugar".
La pareja y su hija adolescente viven lejos de otros familiares en el condado de King cerca de Seattle, Washington, uno de los primeros núcleos del coronavirus. Desde que apareció el virus, Melia paró la ayuda de limpieza de su casa y el distanciamiento social puso fuera de su alcance su pequeña red de amigos y excolegas.
Los sistemas de apoyo normales se han doblegado, dijo el psicólogo clínico y consultor de atención médica, Barry J. Jacobs. Los cuidadores de salud de costumbre podrían no estar disponibles para seres queridos que necesitan ayuda en su hogar. Nuestras familias podrían verse desgarradas entre permitir que esos ayudantes externos sigan brindando su atención, exponiéndose al riesgo del coronavirus, o bien, hacerse cargo del cuidado o incluso dejar desatendida a la persona.
"He visto a familias luchar con todo eso", dijo Jacobs. "Son opciones muy difíciles".
Para los seres queridos que viven solos, la prueba crucial es si están seguros y pueden satisfacer sus necesidades personales.
"¿Parece que sí están comiendo? ¿Durmiendo? ¿Tomando sus medicinas?", dijo Deborah Dunn, presidente nacional de la Asociación de Enfermeros de Práctica Gerontológica Avanzada. "Cuando se les desorganizan los medicamentos o se golpean la cadera, entonces hay que tomar otras decisiones". Esas pueden incluir internar a alguien en una institución de atención para la tercera edad, o sacar a alguien de una de estas si el lugar empieza a tener COVID-19.
"No hay respuestas correctas en esto, y, en muchos casos, quedamos a cargo de tomar la mejor decisión posible desde opciones no muy buenas", dijo Jacobs, quien escribe acerca del cuidado de personas para la AARP. "Nadie debe culparse a sí mismo posteriormente si las cosas no resultaron ideales. Tenemos que aceptar que hacemos lo mejor posible con el mayor amor que podemos manifestar".
Las personas que brindan cuidado también deben navegar un sistema médico que ha cambiado radicalmente.
Debido a las órdenes de resguardo en el hogar, Melia tuvo que cancelar media docena de consultas médicas necesarias y se preocupa de tener acceso a las medicinas de su marido, las cuales incluyen una para convulsiones que quedó agotada en su farmacia de costumbre. "Él no puede pasar un día sin sus medicamentos normales", agregó.
La telemedicina llena ciertas brechas en la atención de rutina, dijo Dunn, profesor y decano de la Escuela de Posgrado de la Universidad Madonna de Livonia, Michigan. Sin embargo, los cierres por COVID-19 han colocado la mayor carga de detectar y determinar problemas de salud sobre los familiares.
Dunn aconseja que las familias hagan una lista completa y accesible de los padecimientos, medicamentos, proveedores médicos y farmacias de sus seres queridos, y que se mantengan al tanto de suministros como tiras para medir la glucosa. "Es el plan de preparación que nunca se necesita, hasta que se necesita", agregó.
Los cuidadores también deben mantenerse pendientes del COVID-19. Las personas mayores, o las de cualquier edad con problemas de salud subyacentes que incluyen enfermedades pulmonares, padecimientos graves del corazón o diabetes, deben obtener asesoramiento médico tan pronto comiencen los , indican los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, o CDC.
Para evitar llevarse el virus a casa, Dunn sugiere que los cuidadores tomen las precauciones usuales y junten todas sus actividades en una misma salida. Luego deben seguir los procedimientos que hacen los empleados de hospitales: desechar los guantes desechables después de la última actividad y luego lavarse las manos (o usar desinfectante) si es posible. Una vez en casa, cambiarse en la cochera, meter la ropa en la lavadora y tomar una ducha. Dejar los zapatos afuera.
Si se cuida a un paciente de COVID-19 en casa, los CDC establecieron una que incluyen beber líquidos; descansar y tomar medicamentos como acetaminofén, si este es útil; evitar compartir pertenencias personales y espacio, como baños; y, desinfectar elementos que se tocan mucho como perillas de puertas y llaves del agua.
COVID-19 puede comenzar sutilmente, quizás con goteo nasal, dijo Dunn. Cambios de comportamiento, disminución del apetito, tos o confusión que aumentan, quedan entre los síntomas que merecen atención médica. Asimismo, en pacientes mayores, "no espere a que tengan una fiebre de 101 grados, preocúpese si su temperatura sube un par de grados por arriba de lo normal". Si hay un decaída en la respiración o el estado mental es probable que deba hospitalizar a la persona.
Si un cuidador lleva a un ser querido al hospital, ahora que es típico que no se permitan visitas, "el consejo que yo daría es que se diga todo lo que se necesita decir por adelantado", indicó Jacobs. "Se entra a esa situación con mucho temor, pero hay que mantener la esperanza de que todo saldrá bien".
También es esencial que los cuidadores obtengan ayuda con los factores de estrés adicionales que ocurren por el coronavirus. Cuando sea posible, reclute a amigos y familiares para que obtengan alimentos, medicinas y otras necesidades por usted, recomendó Jacobs.
"Si alguna vez has dudado en el pasado sobre pedir ayuda, ahora es el momento de dejar eso a un lado. Todos los miembros de la familia deben entender que esta es una crisis y que todos necesitamos participar y hacer más por nuestros seres queridos".
Algún familiar puede administrar las finanzas u otros trámites remotamente. También pueden hacer un mayor esfuerzo por mantenerse en contacto. Las investigaciones muestran que el aislamiento social y la soledad no son sanos para la salud física ni la mental.
"En particular, los adultos de mayor edad son más propensos a deprimirse, sentirse solos y no ser igual de capaces como lo serían si se sienten mejor conectados con el mundo", dijo Jacobs. "Es importante que se den cuenta de que los están pensando y cuidando, que no están solos".
Nota del editor: Debido a los eventos en rápida evolución que rodean el coronavirus, los hechos y consejos presentados en esta historia pueden haber cambiado desde su publicación. Visite Heart.org para obtener la información más reciente y consulte con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y los funcionarios de salud locales para obtener la orientación más reciente.
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