Cómo el duelo reajusta el cerebro y puede afectar la salud – y qué hacer al respecto
Por Michael Merschel, ÃÛÑ¿´«Ã½ News
Aunque el duelo sea una experiencia común en los seres humanos, si no es que universal, eso no necesariamente hace que sea una vivencia sencilla.
Es algo psicológico, pero afecta a la gente físicamente. Es una cuestión de ciencia, pero los científicos que hablan de él pueden parecer poéticos. La Dra. Katherine Shear, profesora de psiquiatría de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Columbia en Nueva York, denomina al duelo como "la forma que adopta el amor cuando muere alguien a quien amamos".
COVID-19 nos ha traído duelo y también ha desorganizado la forma en la que las personas lo atraviesan. Sin embargo, los investigadores han estudiado al duelo desde mucho antes de la pandemia.
Puede ser difícil definirlo en términos simples. Shear, quien también dirige el Centro Columbia para el Duelo Complicado, indicó que "hay tantas definiciones diferentes de duelo como personas". Comúnmente se piensa que el duelo es un sentimiento, como la tristeza. Eso no está equivocado, añadió, pero es más preciso denominarlo como "la reacción ante las pérdidas", un proceso complejo y multifacético que en su centro lleva ansia y anhelo.
Sus implicaciones para la salud son graves.
En un estudio de 2014 publicado en el boletín de medicina interna, se mostró que, en los 30 días posteriores a la muerte de su pareja, personas mayores de 60 años tuvieron un riesgo por arriba del doble de padecer un ataque cerebral o cardíaco, comparadas con personas que no sufrieron esa pérdida. Esa estadística siguió a un estudio de 2012 en , el boletín de la ÃÛÑ¿´«Ã½, en el cual se mostró que el peligro de sufrir un ataque cardíaco era mayor en las primeras 24 horas después de la muerte de un ser querido y que las personas con problemas cardiovasculares ya existentes podían correr un riesgo especial.
Otros han vinculado el duelo con problemas como trastornos del sueño, cambios en el sistema inmunológico y riesgos de tener coágulos sanguíneos.
La Dra. Lisa M. Shulman, profesora de neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland, en Baltimore, dijo que gran parte del efecto físico del duelo proviene de la forma en que responde nuestro cerebro.
El estrés provocado por la muerte de un ser querido sacude nuestra identidad personal, nuestra visión de cómo encajamos en el mundo, dijo Shulman. Parece un problema filosófico, pero el cerebro está construido para percibir una amenaza existencial como una amenaza a nuestra propia existencia.
Esto desencadena lo que la mayoría de la gente conoce como la respuesta de "luchar o huir". Las hormonas del estrés corren por todo el cuerpo. "El corazón empieza a acelerarse, aumenta la presión arterial, la frecuencia respiratoria se incrementa, se suda, todo eso porque el cuerpo organiza las defensas para protegerse de una manera u otra", dijo Shulman.
Una persona que ha sufrido una pérdida traumática, añadió, puede sentir esa reacción cuando entra en un restaurante que le recuerda a un ser querido, o incluso cuando alguien lo menciona en una conversación.
Sin embargo, las personas no captan por qué les suceden esas cosas. "En cambio, sólo sienten esa increíble respuesta fisiológica y una creciente sensación de ansiedad, o incluso de pánico, y quedan muy desconcertados".
Shulman lo entiende desde su propia experiencia. Su interés por la neurobiología del duelo surgió tras la pérdida de su esposo, el Dr. Bill Weiner, también neurólogo, que murió de cáncer en 2012.
A pesar de haber atendido anteriormente a pacientes en duelo, ella misma no estaba preparada para atravesarlo. Señaló que los dos primeros años fueron particularmente difíciles. A veces se sentía desorientada, confusa, en una niebla, respuestas que son los intentos del cerebro para disociarse del dolor emocional.
Esas reacciones pueden hacer que una persona en duelo se sienta aislada, dijo, porque la gente percibe que sus problemas son únicos. Sin embargo, después de escribir su libro "Before and After Loss: A Neurologist's Perspective on Loss, Grief and Our Brain" ("Antes y después de las pérdidas: La perspectiva de una neuróloga sobre la pérdida, el duelo y nuestro cerebro"), y de dar charlas periódicas sobre el tema, descubrió que hablar con los demás puede ayudar. Es una de las razones por las que la pandemia ha dificultado aún más las cosas para quienes han quedado apartados del consuelo de otros.
Shulman indicó que muchas personas tienen experiencias de duelo idénticas y hasta sueñan las mismas cosas.
"La gente responde de manera muy positiva al mensaje de que la experiencia del duelo y las pérdidas puede normalizarse si se entiende lo que se está sintiendo y por qué", dijo.
El duelo puede reforzar el cableado cerebral que bloquea al cerebro en una respuesta de estrés permanente, dijo Shulman. Para promover una reconexión saludable, las personas necesitan fortalecer las partes del cerebro que pueden regular esa respuesta. Eso puede implicar "toda una serie de prácticas creativas y contemplativas", desde la pintura hasta la meditación o las expresiones de fe.
A ella le ayudó escribir un diario. Cuando se escribe sobre los recuerdos inquietantes o los sueños perturbadores, "se pueden volver a leer con nuestras propias palabras y, con el tiempo, ir añadiendo comentarios. Al hacerlo, uno se vuelve cada vez más consciente de estos pensamientos, recuerdos y sentimientos no procesados y así es como se van estableciendo conexiones neurales más positivas".
Shear indicó que es importante contar con alguien con quien desahogarse, aunque sea por llamada telefónica, videollamada o correo.
También dijo que el duelo es una trayectoria larga que se ve puntuada por hitos que las personas deben enfrentar y desviaciones en las que se pueden atorar. Su centro ofrece un sitio web repleto de información acerca del duelo y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades también tienen información sobre el tema.
El duelo nunca desaparece, dijo Shear. "Si la pérdida es permanente, el duelo también lo es debido a que lo estamos definiendo como una respuesta ante las pérdidas".
Sin embargo, la forma en la que las personas experimentan el duelo fluye y puede cambiar en el curso de un día o una hora.
"Surge y luego retrocede en forma natural", agregó. "Oscilamos entre enfrentarnos al dolor de la pérdida y tener la capacidad de hacerlo a un lado o compartimentarlo".
Con el tiempo, el duelo puede evolucionar y residir principalmente en un segundo plano, con períodos ocasionales de pensamientos y sentimientos más fuertes y notorios acerca de la persona que murió. Eventualmente, las personas encuentran formas para permitir que los buenos recuerdos entren sin que estos disparen estrés.
"Es imposible no tener una reacción al hecho de que haya muerto un ser querido", dijo, "pero el proceso va cambiando con el tiempo".
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