Casi 50 años tras el inicio de la investigación, hay más preguntas que respuestas sobre la salud cardíaca hispana
Por Laura Williamson, ÃÛÑ¿´«Ã½ News
En Estados Unidos viven más de 65 millones de hispanos y latinos, que constituyen la segunda mayor población racial o étnica del país. Incluso así, en lo que se refiere a la salud cardíaca y cerebral, quizás se entienda menos acerca de esta población que de cualquier otra.
Los investigadores dicen que las causas de esto son complejas, pero hay dos que sobresalen: Aunque a menudo se les agrupa, las personas de origen hispano no son realmente un grupo, sino muchos grupos. Y durante décadas, nadie los estudió.
De hecho, hasta la década de los 80, nadie ni siquiera los contaba, ni recopilaba datos integrales sobre su salud. Medio siglo después, quedan muchas preguntas por responder.
"Durante años, todo lo que tuvimos fue evidencia anecdótica acerca de las tendencias de salud", dijo la Dra. Lindsay Fernández-Rhodes, profesora asociada de salud bioconductual en la Facultad de Salud y Desarrollo Humano de Penn State, en University Park, Pensilvania. "Antes de tener los datos para medir algo, tal vez parezca que ese algo no existe".
¿Cómo definir la población? ¿hispana o latina?
Muchas personas y entidades, incluso el gobierno federal, agrupan juntas a las personas de origen hispano y latino, pero los dos términos tienen significados diferentes.
Hispano se refiere a las personas con ancestros de un país donde el idioma hablado principal es el español, incluso España o cualquiera de los países que colonizó. Latino se refiere a personas con orígenes en cualquier lugar de América Latina y el Caribe. La Oficina del Censo usa los dos términos para incluir a cualquiera cuya familia tiene orígenes en Cuba, México, Puerto Rico, América del Sur o América Central, o en lugares con cualquier "otra cultura u origen español". Las personas de origen hispano y latino pueden ser de cualquier raza.
Esto abarca una amplia gama de culturas, orígenes geográficos, idiomas, preferencias alimenticias y estatus socioeconómicos, con diferencias en la forma en que las personas acceden al sistema de atención médica. Y todos estos factores pueden afectar la salud de una persona, dijo la Dra. Fátima Rodríguez, profesora asociada de medicina cardiovascular en la Facultad de Medicina de Stanford University, en California.
"No tiene sentido estudiar a todas estas personas juntas", dijo ella. "Estamos comenzando a reconocer que este es un grupo de personas extremadamente diverso, y que la heterogeneidad y la diversidad dentro de la población hispana hacen que sea imposible generalizar para todos estos grupos. Necesitamos considerar cómo los determinantes sociales de la salud afectan a cada grupo individualmente".
Enfoque inicial principalmente en personas de ascendencia mexicana
Los hispanos y latinos han sido parte de Estados Unidos desde antes de la fundación del país, especialmente en Texas, California, Nevada, Utah, Nuevo México y Arizona, que alguna vez pertenecieron a México. Debido al gran número de mexicoamericanos viviendo en estos territorios, los primeros estudios sobre la salud cardiovascular de los hispanos se concentraron en esta población.
Algunos de los estudios iniciales incluyeron a personas de ascendencia mexicana que vivían en Texas, específicamente en San Antonio y sus alrededores. Durante la década de 1970, los investigadores estuvieron buscando pistas sobre las causas del descenso en las tasas de mortalidad debido a enfermedad cardíaca en Estados Unidos. Pensaron que las encontrarían mediante la comparación de las tendencias de salud de personas de diferentes trasfondos culturales y económicos, así que de hombres y mujeres de raza blanca con las de personas con apellidos españoles. Teorizaron que como los hispanos tenían un estatus socioeconómico más bajo, deberían tener tasas de mortalidad más altas que sus coetáneos blancos más acaudalados. Pero no fue así. Las mujeres mexicoamericanas, en particular, estaban presentando descensos en las tasas de mortalidad por enfermedad cardíaca que dejaron perplejos a los investigadores.
Esta fue la primera indicación de que las poblaciones hispanas y latinas podrían tener diferencias que valían la pena investigar, pero "esto no era una muestra representativa de los hispanos y latinos en Estados Unidos", dijo la Dra. Larissa Avilés-Santa, directora de investigación clínica y de servicios de salud en los Institutos Nacionales de Salud de las Minorías y Disparidades en la Salud. Sin embargo, "comenzamos a reconocer que aquí estaba pasando algo".
Se abren las puertas a la investigación
Los investigadores no podían analizar datos nacionales de las tendencias de salud entre la gente hispana, porque no existían.
No fue hasta 1980 que se incluyó en los formularios del censo de Estados Unidos una pregunta referente al origen hispano o latino. Una vez que se recolectó este dato demográfico, los investigadores pudieron preparar estudios como la , o HHANES, por sus siglas en inglés. Este estudio recolectó datos integrales acerca del estatus y las necesidades de salud y nutrición para tres subgrupos hispanos: mexicoamericanos en cinco estados del suroeste; cubanoamericanos en el condado Dade, en Florida; y puertorriqueños en la ciudad de Nueva York y sus suburbios.
La encuesta, llevada a cabo de 1982 a 1984, fue la primera vez que el Centro Nacional para Estadísticas de Salud estudiaba a una población específica. Sin embargo, solo abarcó al 76% de la población hispana que vivía en Estados Unidos en aquel momento. Los investigadores recolectaron datos socioeconómicos, de salud y demográficos, y llevaron a cabo exámenes físicos y dentales, además de una serie de exámenes de laboratorio, que crearon la que fue en ese entonces la base de datos de salud más extensa e integral para esta población en Estados Unidos.
Los datos médicos recolectados incluyeron la presencia de afecciones crónicas como diabetes, presión arterial alta, enfermedad cardíaca y depresión, junto con información sobre cobertura de seguro de salud, uso del sistema de atención médica y exposición a toxinas medioambientales, como el plomo.
"Realmente, lo que se necesitó fue reconocer a partir de los datos del censo que había un creciente grupo demográfico que merecía estudio", dijo Fernández-Rhodes. "Y ahí fue que comenzó a emerger una imagen más completa".
La paradoja hispana
Según los datos ascendieron a la superficie, también surgieron varias preguntas desconcertantes.
En 1986, de dos décadas de estudios sobre el estado de salud de la gente hispana en el suroeste, la mayoría de los cuales eran de origen mexicano, encontró una anomalía en los datos de las tendencias de salud entre las poblaciones hispana y no hispana que rápidamente llegó a conocerse como la "paradoja hispana".
Los investigadores observaron que la gente hispana, aunque enfrentaba desventajas socioeconómicas similares a la de la gente de raza negra, disfrutaban de mejor salud, más a tono con sus coetáneos blancos no hispanos. En comparación con los blancos no hispanos, los participantes hispanos tenían tasas similares de mortalidad infantil, expectativa de vida y mortalidad debida a enfermedad cardiovascular y cáncer.
Estudios subsiguientes encontraron tasas de mortalidad por enfermedad cardíaca incluso más bajas para las poblaciones hispanas que para sus coetáneos blancos no hispanos. En contraste, los estudios sistemáticamente encontraron que la gente hispana en Estados Unidos tenía tasas más altas de diabetes y de otros factores de riesgo cardiovascular, como síndrome metabólico, obesidad y estilo de vida sedentario.
"Esa fue una observación epidemiológica sorprendente: esta población tenía factores socioeconómicos adversos y también tasas más altas de varios factores de riesgo cardiovascular, pero menores tasas de mortalidad debido a enfermedad cardíaca que la población no hispana", dijo Rodríguez.
Perplejos por la paradoja, los investigadores dedicaron su atención a investigar que podría estar protegiendo a la población hispana y si esas protecciones podrían aplicarse ampliamente. Emergieron teorías que sugerían que las personas que emigraban a Estados Unidos eran más saludables que aquellas que quedaban atrás, que las personas que se enfermaban en Estados Unidos regresaban a sus países de orígenes y que la paradoja solo era válida para las personas nacidas fuera de Estados Unidos y no para las de generaciones subsiguientes.
Pero la paradoja hispana comenzó a desentrañarse una vez que los investigadores comenzaron a profundizar más a fondo en las diferencias entre los subgrupos étnicos y observaron las tendencias de salud entre sus descendientes.
Un estudio 'de referencia'
En 2008, los investigadores comenzaron a recolectar datos de salud de una población objetivo de 16,000 adultos latinos en Miami, San Diego, Chicago y el Bronx, uno de los distritos de la ciudad de Nueva York. Los participantes eran de ascendencia cubano, puertorriqueño, dominicano, mexicano, centroamericano y suramericano.
Llamado el , o HCHS/SOL por sus siglas en inglés, fue el estudio a largo plazo más abarcador e integral sobre la salud y las enfermedades de la gente latina en Estados Unidos. Estuvo destinado a determinar el papel que desempeñaba la aculturación en la prevalencia y el desarrollo de enfermedades y tenía también como fin la identificación de factores que pudieran ser protectores o dañinos para la salud de dichas poblaciones.
HCHS/SOL "fue un estudio referente que se enfocó intencionalmente en cuatro regiones de Estados Unidos que abarcabaría una cantidad de herencias hispanas y que reflejaría la diversidad que se veía en la población nacional", dijo Fernández-Rhodes. "Inicialmente, la conclusión fue que esta era una población saludable. Pero resultó que eso no siempre era cierto".
En general, los datos mostraron que en estas cuatro grandes comunidades hispanas de Estados Unidos, las personas tenían un riesgo igual o superior de enfermedad cardíaca y derrame cerebral que sus coetáneos blancos no hispanos, pero había grandes diferencias entre los grupos étnicos latinos.
Uno de los primeros análisis que usó los datos de HCHS/SOL, publicado en la revista en 2012, encontró que el 80% de los hombres hispanos y el 71% de las mujeres hispanas en general tenían al menos un factor de riesgo cardiovascular, pero esos factores variaban según la edad, el sexo y el grupo étnico. Por ejemplo, las mujeres puertorriqueñas tenían tasas más altas de obesidad con casi 51%, en comparación con 31% para las mujeres suramericanas y 27% para los hombres suramericanos. Los hombres centroamericanos tenían la mayor prevalencia de colesterol alto, con una tasa cercana al 55%, en comparación con el 31% de las mujeres sudamericanas. Pero 1 de cada 4 personas puertorriqueña, tanto hombres como mujeres, tenían tres o más factores de riesgo, más que cualquier otro grupo.
El estudio en JAMA también reveló diferencias que parecían estar impulsadas por la aculturación. Se encontraron tasas de factores de riesgo cardiovascular considerablemente más altas entre las personas nacidas en Estados Unidos, las que habían vivido aquí durante 10 años o más y las que preferían hablar en inglés.
"A medida que las poblaciones hispanas se aculturan o asimilan en Estados Unidos, pueden volverse menos activas físicamente y consumir más alimentos procesados", dijo Rodríguez. "Paradójicamente, su salud puede empeorar, incluso si mejora su estatus socioeconómico".
Los estudios durante las últimas dos décadas han arrojado más luz sobre las complejidades de la salud cardiovascular dentro de las poblaciones hispanas, pero todavía quedan muchas interrogantes. Por ejemplo, un análisis de 2022 de 20 años de certificados de defunción sistemáticamente encontró tasas más bajas de mortalidad por enfermedad cardiovascular para los hispanos adultos, pero una creciente tasa de mortalidad relacionada con derrame cerebral para los hombres hispanos y los adultos hispanos mayores. La investigación, publicada en la revista , también mostró que las tasas de mortalidad debida a insuficiencia cardíaca estaban aumentando rápidamente entre los adultos hispanos más jóvenes. De hecho, las muertes por insuficiencia cardíaca entre los hombres hispanos se aceleraron más rápidamente de lo que lo hicieron entre los hombres blancos de todas las edades.
La pandemia de la COVID-19 también planteó interrogantes sobre la paradoja cuando resultó evidente que los adultos hispanos estaban muriendo a niveles mayores que los de sus coetáneos blancos. Pero, aunque la COVID-19 recortó la expectativa de vida en todas las razas y etnicidades, los adultos hispanos continúan viviendo un poco más que todos los otros grupos, excepto la gente asiática.
La paradoja hispana "sigue siendo un misterio", dijo Avilés-Santa, exdirectora del HCHS/SOL. A pesar de que el concepto es controversial, "hay algo de verdad en eso. Las mediciones de expectativa de vida son consistentemente más largas para los hispanos que para los blancos, especialmente para las mujeres hispanas o latinas".
Persisten las lagunas en el conocimiento
La identificación de la paradoja hispana ha tenido otras consecuencias involuntarias, dijo Fernández-Rhodes. Dejó la impresión que no era tan necesario estudiar la salud cardiovascular en las poblaciones hispanas porque no morían de enfermedad cardiovascular al mismo nivel que sus coetáneos blancos.
"En particular, se les ha dejado atrás en muchos estudios genéticos", dijo Fernández-Rhodes, cuya propia investigación en Penn State se concentra en esta área.
A ella también le preocupa que todavía se esté ignorando a grandes grupos de gente hispana por parte de los investigadores que usan datos de los reclamos de los seguros de salud porque esta población tiene la tasa más alta de personas sin seguro de salud en Estados Unidos. "Si dependemos exclusivamente de los datos recolectados como parte de la atención clínica –no todos tienen seguro de salud y muchos tienen más barreras ante la atención, como no tener quien les traduzca o no poder pagar gastos de su bolsillo– esto es una gran limitante".
Las personas que tienen seguro y acceden con regularidad al sistema de atención médica "son personas con estatus socioeconómicos más elevados", dijo Fernández-Rhodes. "Esto significa que los datos de prevención y tratamiento cardiovascular seleccionados de estos bancos de datos tal vez estén sesgados".
Con vista al futuro
Rodríguez dijo que se necesita más investigación sobre cómo los factores de riesgo cambian con el tiempo y con generaciones subsiguientes, así como más estudios sobre intervenciones dirigidas específicamente hacia subgrupos hispanos individuales.
Las poblaciones hispanas permanecen entre las de más rápido crecimiento en Estados Unidos, solo superadas por la gente asiática. Y, como con las poblaciones asiáticas, la diversidad de los subgrupos cambia con el tiempo.
"Las soluciones que podrían funcionar para una población tal vez no funcionen para otras", dijo Rodríguez.
El conocimiento adquirido con HCHS/SOL acerca de las diferencias entre los subgrupos debería aplicarse al desarrollo de intervenciones diferenciadas, dijo Avilés-Santa. "No podemos ver solo las diferencias, sino lo que realmente significan. Ellas abren la puerta a muchas preguntas que podrían influenciar el campo de la medicina de precisión y otros campos".
Y aunque no hay escasez de preguntas, tampoco hay suficientes investigadores tratando de responderlas, dijo Avilés-Santa.
"Necesitamos más investigadores que se atrevan a hacer preguntas muy importantes, que se atrevan a ser creativos, y que honren y respeten a la comunidad hispana y latina", dijo ella. "Necesitamos personas que entiendan por qué esas preguntas son importantes. Pienso que los participantes clave que se necesitan son personas inspiradas para hacer esas preguntas".
La principal de esas preguntas es cómo prevenir los factores de riesgo cardiovascular desde la niñez de forma que los hispanos puedan reducir sus tasas de obesidad, diabetes y otros factores de riesgo de enfermedad cardíaca y derrame cerebral, dijo Avilés-Santa.
"Si vivimos más que otros grupos, bien podemos comenzar a prevenir más temprano los problemas de salud, para que podamos disfrutar a plenitud esos años adicionales que tenemos".